La luz de mi faro se refleja en el negro fondo del asfalto, las líneas apenas se ven y no se distingue bien donde termina la carretera y comienza el campo. Más de seis horas lloviendo y hace ya rato que cayó la noche. Con el casco abierto, las gafas empañadas y sin ningún tipo de impermeable, atravesar cada kilómetro se está convirtiendo en una auténtica obra de malabarismo. Los coches que vienen de frente me deslumbran, convirtiendo los cristales de las gafas en una enorme bola de luz blanca que no me deja ver tan siquiera mi jodida y enorme nariz. El viento sopla a rachas y cada empujón me hace cambiar de carril o ver demasiado cerca la cuneta. Los camiones se cruzan a una velocidad que se me antoja espantosa, lanzándome a la cara un buen puñado de agua y barro. El cuerpo está completamente empapado, y probablemente, ya me hayan crecido nenúfares en las bolas. Mis ruedas no están en perfectas condiciones y esto, es sólo una forma elegante de decir que si le quieres ver el dibujo, se lo tendrás que pintar con un rotulador. En estas condiciones cada curva me hace apretar el culo y soñar con que ya la he atravesado. Cada línea pintada en el asfalto con esa "pintura antideslizante" supone una corta pero acojonante derrapada que, afortunadamente, suele terminar cuando de nuevo piso el negro y gastado asfalto.
A la máquina, sin embargo, parece no afectarle nada y la muy cabrona responde mejor mientras más difícil se lo pones. Charcos, baches, agua, viento, se los pasa por en medio de sus enormes cilindros al tiempo que me ruge gritando, "habré más si quieres, por mí no hay problema". Qué "jodia puta" está hecha, luego cuando no hay ningún problema se para por cualquier pijada. Pero bueno, al fin y al cabo, si ella lo puede aguantar, yo también.
Diez mil gotas de agua en el depósito de la máquina y los temblorosos retrovisores reflejan una ráfaga de luz blanca. Un enorme carro viene a todo carajo por detrás y supongo que debo de molestarle. Pues nada compadre, pasa pronto y que te den por el culo. Poco a poco se pone a mi altura y un rápido vistazo al interior me muestra un mundo completamente distinto al que yo estoy viviendo. En el carro viaja un tipo sólo, aproximadamente de mi edad que, bien vestido y cómodamente sentado en la tapicería de cuero, se entretiene en cambiar de emisora mientras fuma un cigarrillo. Supongo que con el botón de la calefacción a tope y mientras me mira de reojo, debe de andar pensando "pobre desgraciado". Pasa rápido dejando una enorme estela de agua mezclada con barro y piedrecitas de la carretera que no se cortan un pelo a la hora de estrellarse contra, mi ya insensible, cara.
Ya casi no veo las luces traseras del coche, pero hay una idea que me sigue rondando la cabeza. "NO TE ENVIDIO, TIO", y la verdad es que ni siquiera sé porqué, pero la verdad es que no te envidio. Supongo que quizás me haya entrado agua por los oídos y eso esté afectando a mi capacidad de raciocinio. Porque lo cierto es que motivos no me faltan, al menos en este momento. Comparar mi incómoda situación con el confort que te rodea debería ser bastante para envidiar a alguien, pero sin embargo y siéndote sincero, me importas un puto pijo tú y tu lujoso carro. Es más, no conseguirías que me cambiase por tí, ni aunque me mataras. Supongo que nada de esto tiene ninguna lógica y que, una vez más, demuestra que todo este mundo quizás, en el fondo, no tenga sentido. Pero a pesar de todo, y mientras más lo pienso más convencido estoy, probablemente no sabría explicar bien porqué, o quizás sencillamente no exista explicación, pero me gusta estar aquí. Con el careto jodido, muerto de frío, completamente empapado y acojonado pensando si saldré de la próxima curva. Pero eso sí, rodando, cuando quiero, por donde me sale de los cojones y sabiendo que no hay agua, frío ni calor que me bajen de mi sueño negro, de mi bestia de metal. Sabiendo que mientras haya carretera pienso estar ahí para pisarla.
Esto fué escrito originalmente por Mateo en la revista españoñola Biker Zone en su artículo La Esquina del viento.No puedo dejar de leer sus artículos y quería compartirlo.
Escrito por Mateo en la columna La Esquina del Viento de la revista Biker Zone
VIKINGO
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